Hablar de Brenda Nadia Sánchez es hablar de una vida marcada por el movimiento, la curiosidad y el vino. Nacida en Argentina, en el seno de una familia militar que viajaba constantemente por el país, Brenda aprendió desde pequeña a adaptarse, a empezar de cero en cada lugar, y a abrirse paso entre lo desconocido. Esa infancia nómada la hizo resiliente, independiente y sobre todo observadora: cualidades que más tarde serían fundamentales en su carrera como sommelier.
Su primer contacto con la viticultura no fue en una sala de catas ni en una biblioteca especializada, sino en la vendimia familiar. Con apenas nueve años acompañaba a su abuela a cosechar uvas en Mendoza, tierra de viñedos por excelencia. Esa experiencia temprana se convirtió en semilla: la curiosidad por entender por qué cada vino tenía un carácter distinto, por qué una copa podía contar la historia de un lugar, fue creciendo con ella.
De Mendoza al mundo
Brenda estudió Comercio Internacional en Mendoza, la tierra natal de su padre, y desde sus años universitarios trabajó con bodegas de prestigio como Achaval Ferrer, Altos Las Hormigas y O. Fournier. Aunque en un inicio su rol estaba más vinculado a la exportación y los negocios, pronto descubrió que lo que realmente le apasionaba no era vender vino, sino comprenderlo, sentirlo y transmitirlo. Decidió entonces formarse como sommelier en el Wine Institute de Mendoza y, poco después, dar un salto que cambiaría su vida.
Ese salto la llevó a Nueva Zelanda y más tarde a Londres, donde se perfeccionó en la West London Wine School y trabajó en Fortnum & Mason, el icónico retailer de lujo británico. Allí, como asesora de clientes premium, Brenda tuvo acceso a miles de etiquetas de todo el mundo, en un entorno de aprendizaje continuo que la marcó profundamente. Fue en esa etapa donde, con su primer salario, decidió comprarse una botella de Mas La Plana de Familia Torres. Era su manera de celebrar su independencia y también una especie de promesa: “Algún día voy a trabajar en esta bodega”.
El encuentro con Familia Torres
Esa promesa se cumplió. En 2018, tras enviar un correo espontáneo a Familia Torres, fue contactada e integrada al equipo como Global Ambassador Manager & Sommelier. Desde entonces, Brenda recorre el mundo llevando la filosofía, la historia y los vinos de una de las bodegas más reconocidas de Europa.
La conexión no fue casual. Lo que más la atrajo de Familia Torres no fue solo la calidad de sus vinos, sino su visión de futuro: un compromiso firme con la sostenibilidad, la recuperación de variedades ancestrales y la innovación constante. Para Brenda, trabajar con una bodega que combina tradición y modernidad, raíces y vanguardia, era la manera más coherente de alinear su pasión con sus valores.

Familia Torres: tradición, innovación y terroir
Fundada en el corazón del Penedès, Cataluña, Familia Torres lleva más de 150 años cultivando un legado vinícola único. El Penedès, con su diversidad de microclimas y suelos —desde los arenosos de la costa hasta los calcáreos y arcillosos de la montaña—, permite trabajar con una gran variedad de uvas: desde locales como garnacha, cariñena, parellada o xarel·lo, hasta internacionales como cabernet sauvignon, chardonnay o pinot noir.
Para la familia, cada vino es un relato de su origen. Así, proyectos como Celeste en Ribera del Duero, Altos Ibéricos en Rioja o Pazo das Bruxas en Rías Baixas muestran la riqueza de diferentes territorios de España. Cada etiqueta busca ser un puente entre el consumidor y la esencia de un paisaje: la mineralidad salina del albariño en Galicia, la intensidad de la tempranillo en Ribera o la elegancia de la garnacha en Cataluña.
Uno de los hitos de la tercera generación de Torres fue la creación de Sangre de Toro en los años 60, un vino que democratizó el acceso a la calidad y que hoy es una referencia internacional. Pero la innovación nunca ha dejado de estar presente: desde la investigación en variedades prefiloxéricas hasta las iniciativas pioneras contra el cambio climático impulsadas por Miguel A. Torres, patriarca y visionario.

El rol de Brenda como embajadora
Como Global Ambassador Manager, Brenda no solo representa a Familia Torres en ferias, catas y cenas de maridaje alrededor del mundo. Su labor va más allá de presentar vinos: se trata de contar historias, de transmitir un legado, de ser la voz de una familia y de un equipo de enólogos, viticultores y artesanos que trabajan con pasión.
“Mi rol es comunicar todo lo que hay detrás de este gran trabajo. No soy solo la sommelier que abre una botella; soy quien conecta a las personas con un territorio, con una tradición y con una filosofía”, explica.
Ese enfoque la ha llevado también a colaborar con asociaciones de sommeliers, revistas especializadas y marcas afines al universo del vino como Riedel o Wines of Argentina. Además, en sus redes sociales, bajo el perfil @brenda_isallaboutwine, comparte conocimientos, recomendaciones y experiencias, siempre con la idea de acercar el vino a todos los públicos, sin elitismos, con la sencillez de quien habla de algo que forma parte de su vida desde niña.
Un viaje que apenas comienza
Hoy, instalada en Barcelona, Brenda representa una nueva generación de sommeliers que ven en el vino no solo una bebida, sino una herramienta cultural, social y ambiental. Su historia personal —desde la niña que mudaba de ciudad cada pocos años hasta la mujer que se mueve entre viñedos y aeropuertos internacionales— es la prueba de que la pasión, cuando se alinea con los valores, puede convertirse en un proyecto de vida.
Como ella misma lo resume: “Mi objetivo es seguir comunicando y mostrando al mundo el gran trabajo que hace Familia Torres. Porque detrás de cada copa hay una historia que merece ser contada”
